Ayer terminó noviembre y no dejó precisamente el aroma que se siente en vísperas del invierno, sino una estela de tensión que bien podría competir con cualquier temporada de tormentas. Fue un mes que confirmó, una vez más, que México es un país dispuesto a todo mientras su gobierno insiste en no escuchar nada. Esa combinación, peligrosa por naturaleza, terminó por definir un noviembre que pasará a la memoria por la mezcla de hartazgo ciudadano, ingobernabilidad y señales ominosas desde el poder.
La inconformidad social volvió a mostrar que, aunque la administración federal intenta proyectar estabilidad, la realidad va por otro carril. Los bloqueos, los reclamos de diversos sectores productivos, los tropiezos institucionales y una crisis hídrica que ya alcanzó niveles de urgencia exhibieron que los potosinos están cansados de diagnósticos tibios y de respuestas tardías. Los ciudadanos, a su modo, elevaron la voz, mientras que las autoridades siguieron dos pasos atrás, como si el país les sorprendiera cada mañana.
El episodio más revelador fue, sin duda, la respuesta del Gobierno Federal ante las protestas de agricultores, ganaderos y productores que, con toda razón, exigieron apoyos reales y políticas públicas que no fueran un simple membrete burocrático. La reacción oficial osciló entre la soberbia, la indiferencia y la insistencia casi obstinada de que “todo está bien”. Un gobierno que no escucha es preocupante; uno que presume oídos selectivos, todavía más.
Pero noviembre no se conformó con la tensión social. También profundizó la crisis de violencia e ingobernabilidad. El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, sacudió al país entero y recordó que la guerra criminal no da tregua, que las autoridades apenas alcanzan a reaccionar y que la vida pública sigue siendo un terreno de riesgo, incluso para quienes representan al Estado. El mensaje fue brutal; la autoridad, en muchas regiones, está secuestrada por el miedo o por la incapacidad.
Y cuando parecía que el mes no podía cerrar con un episodio más inquietante, apareció de manera sorpresiva el expresidente Andrés Manuel López Obrador, en una irrupción mediática que dejó más dudas que certezas. Su intempestiva presencia, envuelta en un guion dramático que ya conocemos, hizo pensar que algo se mueve en las sombras políticas del país. Si la intención era tranquilizar, logró exactamente lo contrario; dejó la sensación de que se prepara una jugada mayor, quizás no muy virtuosa, y seguramente determinante para el futuro inmediato de México.
Así cerró noviembre, un mes donde el ciudadano demostró estar listo para defender lo que le queda, mientras su gobierno pareció estar dispuesto a ignorar lo que pueda. Un mes donde la violencia recordó que no se ha ido y donde el poder insinuó que algo se cocina detrás de los cortinajes.
Y ahora, diciembre asoma en el calendario. ¿Qué emociones nos prepara? ¿Un respiro antes del próximo sobresalto, o la antesala de un país que está a punto de probarse, otra vez, en su límite?
Cavilaciones:
Primera: Karen Franco Lárraga, hermana de Jesús Eduardo Franco Lárraga, expresidente municipal de Tancanhuitz, asesinado el 15 de diciembre del año pasado, decidió dejar las filas del partido Morena. La joven se sumó a las filas del partido verde y según los que saben, se llevó una cantidad importante de seguidores que buscarán en el 2027, la presidencia municipal con el fin de reivindicar la labor de su malogrado hermano.
Segunda: Los mexicanos que tienen posibilidad de migrar a otro país donde haya mejores condiciones de vida, cada vez son menos. Antes se iban a Estados Unidos, ahora, buscan países de Europa, especialmente España. Entre ellos, hay algunos potosinos que tienen la doble nacionalidad y que andan haciendo maletas porque, a como pintan las cosas con el gobierno de Claudia Sheinbaum, más vale que digan aquí corrió que aquí se lo fregó ¡Miau!
Tercera: Llegó diciembre y sus posadas, sólo que, este año, la festejadera será más prudente. Nadie quiere sobresaltos. Por lo pronto, este felino les propone tomar y filosofar porque dicen que el mundo se va a acabar ¡Grrr!
