La carretera 57 volvió a dar un aviso que no puede minimizarse. En cuestión de horas, dos tráileres ardieron en distintos tramos entre San Luis Potosí y Matehuala, provocando pánico entre automovilistas, cierres totales y una enorme nube de incertidumbre que se ha vuelto demasiado frecuente en una ruta estratégica para el país. Y lo más grave; seguimos sin una explicación clara, sin una línea oficial y sin una autoridad capaz de asumir el control de una vialidad que se ha convertido en un corredor de riesgo.
Los hechos son alarmantes por sí mismos. Primero, un tráiler quedó envuelto en llamas a la altura del kilómetro 149. El conductor apenas alcanzó a escapar antes de que la unidad se consumiera por completo. Horas más tarde, otro tractocamión se incendió en el kilómetro 89, obligando a la Guardia Nacional a cerrar la circulación para que bomberos de Matehuala pudieran contener el fuego. No hubo lesionados, pero sí una sensación de vulnerabilidad que se multiplica cuando recordamos que no es la primera vez que pasa, ni la segunda, ni la tercera.
En años anteriores ya se han registrado episodios similares: incendios, choques con explosión, accidentes fatales y unidades abandonadas en pleno fuego. El patrón está ahí y cualquiera que transite esa carretera lo sabe.
Lo inquietante es que, pese a la recurrencia, las autoridades se comportan como si se tratara de incidentes aislados y no de un fenómeno que requiere planificación, prevención y vigilancia real. La pregunta es inevitable; ¿Dónde está la Guardia Nacional?
En tierras potosinas, la corporación es casi nada, apenas le alcanza para montar un retén en el kilómetro 64, cerca del entronque con la súper carretera a Rioverde, donde sus elementos se aplican con puntualidad y entusiasmo para detener autobuses de pasajeros, camionetas de campesinos, transportistas de la región y prácticamente cualquier vehículo que pueda ser presionado con el pretexto de una revisión de rutina. La vocación recaudatoria funciona a la perfección.
Esa ausencia duele más cuando la comparamos con lo que ya sucede en otros estados. Porque incendios de tráileres, vehículos abandonados y fuego en carretera no es un fenómeno desconocido en Zacatecas o Michoacán. Tampoco lo son los silencios oficiales, ni la tardanza en admitir que hay dinámicas peligrosas operando en ciertas zonas. La similitud, por más que incomode, debe encender todas las alarmas. No es exageración, es prudencia. Lo que allá comenzó con hechos extraños terminó convirtiéndose en un problema de seguridad pública, económica y social.
San Luis Potosí no puede permitirse avanzar por esa pendiente. Cada incidente en la 57 debe asumirse como un aviso y no como una casualidad mecánica. Cada incendio tiene que investigarse, explicarse y, sobre todo, prevenirse.
La Guardia Nacional debe regresar a su tarea esencial y dejar de comportarse como una aduana ambulante. El Gobierno del Estado necesita exigir que la Federación atienda un tramo carretero que es vital para la movilidad, el comercio y la seguridad.
Los incendios de esta semana no son una anécdota. Son un síntoma. Y los síntomas, cuando se ignoran, llevan exactamente a donde no queremos llegar. San Luis Potosí aún está a tiempo, pero sólo si las autoridades dejan de mirar hacia otro lado y empiezan a hacer lo que les corresponde. Las carreteras también cuentan historias. Ojalá las nuestras no comiencen a parecerse demasiado a las de los estados donde ya es demasiado tarde.
Cavilaciones:
Primera. La secretaria de Ecología y Gestión Ambiental en San Luis Potosí, Sonia Mendoza, le regaló un caballo al gobernador Ricardo Gallardo con motivo de su cumpleaños, pero no sean mal pensados, fue un caballo de madera. Por cierto, muy bonito. Lo presumieron ambos en sus redes sociales. Como dirían los chavos ¡Puro GPI! ¡Miau!
Segunda: Tere Rivera, la exconcejal presidenta de Villa de Pozos, reapareció muy sonriente y en primer plano, en un evento del gobernador el martes a media mañana. Junto con el mandatario, entregó algunas escrituras a beneficiarios del programa de vivienda del Gobierno del Estado. Hay ocasiones en que perdiendo ganas y ganando pierdes. Así pasa cuando sucede.
Tercera: Y ya que andamos por esos rumbos. Un grupo de personas impugnó el nombramiento de Patricia Aradillas como nueva presidenta. Total, Villa de Pozos ha vivido un año muy convulso políticamente hablando. Ya, mejor, que vuelvan a ser delegación ¡Grrr!