Columnas

No es necesario sanar todo el tiempo

Bájate de ese trend

Vivimos en una época donde “sanar” se ha vuelto casi una obligación. Las redes sociales están llenas de frases sobre amor propio, terapias emocionales y crecimiento personal. Todo parece invitarnos a revisar nuestro pasado, a detectar heridas, a transformar cada sombra en luz. Pero, ¿qué pasa cuando esa búsqueda constante de sanación se convierte en una nueva forma de exigencia?

La vida moderna nos empuja a estar en permanente revisión interna. Queremos entender de dónde viene cada reacción, cada emoción, cada miedo. Nos analizamos, nos cuestionamos, nos diseccionamos con lupa. Y aunque ese proceso puede ser profundamente valioso, también puede agotarnos. A veces olvidamos que sanar no es un destino, sino un proceso que tiene pausas, silencios y etapas de simple existencia.

Desde una mirada psicológica, no todo malestar necesita ser “resuelto” de inmediato. Hay emociones que solo piden ser reconocidas, no reparadas. Sentir tristeza, enojo o vacío no siempre es un signo de que algo está mal; es parte de la experiencia humana. Pretender estar en constante equilibrio emocional puede volverse tan irreal como dañino, porque nos aleja de la aceptación de nuestra propia complejidad.

La obsesión por “trabajar en uno mismo” puede esconder, sin que lo notemos, la idea de que no somos suficientes tal como somos ahora. Y es justamente esa creencia la que muchas veces alimenta el sufrimiento que intentamos aliviar. Cuando intentamos curar cada herida, modificar cada conducta o reinterpretar cada recuerdo, corremos el riesgo de vivir más en la reparación que en la experiencia.

El verdadero trabajo interior no siempre implica sanar, sino reconocer. Reconocer quiénes somos hoy, con lo aprendido, con lo que duele y también con lo que nos ha protegido. Nuestros patrones de comportamiento (esas formas automáticas de actuar o sentir) no surgieron de la nada: son adaptaciones, estrategias que alguna vez nos sirvieron para sobrevivir. Mirarlas con curiosidad en lugar de con juicio nos permite entendernos mejor.

Cuando dejamos de intentar cambiarnos todo el tiempo, empezamos a ver con más claridad. Entendemos que no necesitamos ser versiones “mejoradas” para merecer calma o amor. Que no se trata de sanar para vivir, sino de vivir, y en ese vivir, poco a poco, sanar.

La invitación, entonces, no es a renunciar al crecimiento, sino a soltar la urgencia. A permitirnos descansar de tanto autotrabajo y simplemente ser. Porque en ese espacio de pausa (en esa aceptación tranquila de lo que somos) ocurre algo profundamente transformador: nos reconciliamos con nosotros mismos.

Sanar no siempre se ve como una metamorfosis intensa ni como una iluminación repentina. A veces, sanar es tomar aire, mirar alrededor y decir: “Por hoy, estoy bien así”.

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435

Botón volver arriba