Columnas

El miedo como motor del consumo irracional

Compras de pánico

Una noticia alarmante, una imagen de estantes vacíos, una cadena de WhatsApp que dice «comprá ahora antes de que se acabe todo». Basta con uno de esos disparadores para que miles de personas salgan corriendo a abastecerse, aunque no sepan exactamente de qué. Papel higiénico, alcohol en gel, combustible, alimentos no perecederos. Las compras de pánico son un fenómeno colectivo que se repite en cada crisis, y detrás de ellas hay algo más profundo que una simple urgencia: el miedo.

Entendemos el miedo como una emoción básica que cumple una función adaptativa: nos prepara para actuar ante una amenaza. Pero cuando esa amenaza es ambigua, invisible o socialmente amplificada, como suele ocurrir en situaciones de crisis sanitarias, políticas o económicas, la reacción puede volverse irracional. Es ahí donde aparece la conducta de acaparamiento, no tanto por necesidad real, sino por la sensación de recuperar el control en medio del caos.

Uno de los mecanismos que explican este comportamiento es el contagio emocional. Al ver que otros compran de forma desesperada, nuestro cerebro social interpreta que hay algo que temer. No importa si no entendemos exactamente qué está pasando; si todos lo hacen, debe ser por algo. Este tipo de pensamiento se conoce como “heurística de disponibilidad”: basamos nuestras decisiones en lo que más fácilmente recordamos o vemos, como una foto viral de estantes vacíos.

A esto se suma la percepción de escasez, otro factor psicológico que dispara el deseo de adquirir. Cuando sentimos que un producto se está agotando, su valor subjetivo aumenta. No importa si tenemos suficiente en casa; el miedo a quedarnos sin lo vuelve prioritario. Este principio es ampliamente utilizado por el marketing (“últimas unidades”, “por tiempo limitado”), pero en situaciones de crisis se desborda y se transforma en ansiedad colectiva.

Las consecuencias de este comportamiento son múltiples. A nivel social, genera desabastecimiento artificial: productos que podrían alcanzar para todos se agotan por acumulación innecesaria. A nivel individual, refuerza el ciclo de ansiedad: compramos para calmar el miedo, pero ver los estantes vacíos o la cuenta bancaria más baja solo lo intensifica. Además, suele generar culpa, frustración y una sensación de impotencia cuando la crisis no mejora a pesar de nuestras acciones impulsivas.

Entonces, ¿cómo podemos manejar estas situaciones? La clave está en cultivar la conciencia emocional. Antes de comprar por impulso, detenernos y preguntarnos: ¿esto nace del miedo o de una necesidad real? Buscar fuentes de información confiables, regular el consumo de redes sociales —que muchas veces amplifican el pánico— y hablar sobre lo que sentimos también puede ayudar a frenar la reacción en cadena.

En tiempos de incertidumbre, el miedo es inevitable. Pero cuando dejamos que dirija nuestras decisiones de forma automática, puede llevarnos a actuar en contra de nuestros propios intereses. Aprender a reconocerlo, validarlo y gestionarlo es fundamental para no caer en la trampa del consumo irracional. Porque, al final, lo que más necesitamos no siempre se encuentra en un estante.

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435

Botón volver arriba