
La somatización es un fenómeno psicológico en el que una persona experimenta síntomas físicos que no pueden explicarse completamente por una condición médica orgánica. Estos síntomas (como dolor, fatiga, problemas gastrointestinales o alteraciones neurológicas) no son simulados ni inventados: son reales, pero su origen está más relacionado con procesos psicológicos o emocionales que con enfermedades físicas estructurales.
Desde hace décadas, la somatización ha sido objeto de estudio tanto en la psicología como en la medicina psicosomática. Tradicionalmente, fue vista como un «diagnóstico de descarte», es decir, se consideraba cuando no se encontraba una causa médica clara para los síntomas. Sin embargo, hoy se entiende como una manifestación compleja en la que mente y cuerpo interactúan profundamente.
La somatización hoy en día
En la actualidad, se reconoce que el estrés crónico, la ansiedad, la depresión y experiencias traumáticas no procesadas pueden traducirse en síntomas físicos persistentes. Es decir, cuando una persona no logra expresar o procesar adecuadamente sus emociones, el cuerpo puede convertirse en el canal para manifestar ese malestar. Esta perspectiva es respaldada por estudios en neurociencia afectiva que muestran cómo las emociones negativas intensas pueden activar circuitos cerebrales relacionados con la percepción del dolor y otros malestares físicos.
Uno de los avances más significativos en este campo ha sido el desarrollo del diagnóstico de trastorno de síntomas somáticos, incluido en el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales). A diferencia de categorías anteriores, este diagnóstico no se centra en la ausencia de una causa médica, sino en el grado de preocupación, ansiedad y comportamientos disfuncionales que la persona presenta en torno a sus síntomas físicos. Esto ha permitido una visión más comprensiva y menos estigmatizante del problema.
Terapias
Al la vez, se han desarrollado enfoques terapéuticos más eficaces. La terapia cognitivo-conductual (TCC) ha mostrado resultados positivos en el tratamiento de pacientes con síntomas somáticos, ayudándolos a identificar pensamientos distorsionados sobre su salud, mejorar la regulación emocional y desarrollar estrategias de afrontamiento más saludables. También se están explorando terapias basadas en la atención plena y enfoques integrativos que combinan intervención psicológica, educación sobre el cuerpo y trabajo corporal.
La investigación actual también explora la conexión entre somatización y factores culturales. En algunas culturas, expresar malestar emocional a través del cuerpo es más socialmente aceptado que verbalizar sentimientos, lo que puede influir en la prevalencia y presentación de los síntomas. Por ello, el abordaje clínico debe ser sensible al contexto cultural del paciente.
La somatización no es un problema «imaginario», sino una manifestación legítima de sufrimiento psicológico. Comprenderla requiere un enfoque interdisciplinario que integre la biología, la psicología y la cultura. Gracias a los avances en la investigación y la práctica clínica, hoy contamos con herramientas más efectivas para reconocer, validar y tratar a quienes viven con esta compleja pero comprensible forma de sufrimiento humano.
Estefanía López Paulín
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