En cualquier época del año, pero especialmente durante temporadas de cambios de clima o brotes de enfermedades, fortalecer el sistema inmunológico se convierte en una prioridad para mantenernos saludables. Una de las maneras más efectivas de lograrlo es a través de una alimentación equilibrada que aporte las vitaminas y minerales que el cuerpo necesita para defenderse de virus, bacterias y otros agentes externos.
Frutas y verduras frescas como la naranja, el kiwi, el brócoli y la espinaca son fuentes ricas en vitamina C, un nutriente esencial para estimular la producción de glóbulos blancos, encargados de combatir infecciones. Del mismo modo, alimentos como las almendras, las semillas de girasol y el aguacate aportan vitamina E, un antioxidante que ayuda a proteger las células del daño oxidativo.
Las proteínas también juegan un papel fundamental: el pescado, el pollo y las legumbres contienen zinc, mineral que favorece la respuesta inmunitaria y acelera la recuperación ante enfermedades. Además, el consumo de probióticos presentes en el yogur y el kéfir contribuye a mantener una flora intestinal saludable, clave para un sistema inmune fuerte.
Los especialistas recomiendan complementar estos hábitos con una buena hidratación, ejercicio moderado y un descanso adecuado, ya que una dieta equilibrada por sí sola no sustituye otros pilares de la salud. Incorporar de manera constante estos alimentos en la rutina diaria es una inversión a largo plazo para prevenir enfermedades y mantener un organismo más resistente.
