
Otra vez, los motores rugieron donde no debían. Esta vez, en el estacionamiento de Plaza Tangamanga, donde un grupo de mirreyes, esos personajes que confunden poder adquisitivo con impunidad, decidió convertir un centro comercial en pista de carreras. Por fortuna, la Policía Municipal actuó con rapidez y evitó que el espectáculo terminara en tragedia, pero más allá del operativo puntual, la situación exige un análisis más profundo y cuestionarnos por qué se siguen tolerando estas prácticas en zonas públicas.
No es la primera vez. Ni la segunda. De hecho, quienes vivimos en San Luis Potosí sabemos que los arrancones improvisados no son exclusivos de una plaza comercial. Son frecuentes en avenidas como Venustiano Carranza, Río Españita y Salvador Nava, donde las noches de fin de semana se convierten en un desfile de motores modificados, acelerones y celulares grabando desde las banquetas. A menudo, también se detectan en zonas residenciales como Sierra Vista y Chapultepec, particularmente cerca del mirador, donde las vistas nocturnas parecen justificar, para algunos, su desenfreno.
El riesgo no es menor. No hablamos sólo de ruido molesto o tráfico entorpecido. Hablamos de potenciales tragedias viales, de peatones en riesgo, de choques fatales. Cada arranque imprudente es una moneda lanzada al aire con consecuencias impredecibles. Y lo más preocupante es la sensación de impunidad social, esa idea de que, si tienes el coche adecuado y los amigos suficientes, la calle es tuya.
Por eso, resulta digno de reconocimiento el actuar reciente de la Policía Municipal, que aseguró vehículos y dispersó el evento en cuestión de minutos. No es poca cosa. Muchas veces, las autoridades han sido criticadas por su inacción o tibieza frente a estos eventos. Esta vez, al menos, respondieron como se debe, sin embargo, la solución no puede depender únicamente de operativos esporádicos, se requiere una estrategia preventiva, sostenida y visible.
Habrá quien minimice los hechos, argumentando que sólo se están divirtiendo o que son cosas de jóvenes, pero cuando esa diversión pone en peligro vidas ajenas, deja de ser un juego. Cuando ese ímpetu juvenil se escuda en el anonimato de la noche y en el confort de los privilegios, se vuelve una afrenta para el resto de la comunidad.
Lo que pasó en Plaza Tangamanga es apenas la punta del iceberg. Mientras no cambiemos la narrativa de que la ciudad es pista de carreras para quien puede pagarla, seguiremos escribiendo crónicas que, tarde o temprano, incluirán heridos o muertos. Al final, se trata de respeto al espacio común.
Cavilaciones:
Primero: Este domingo, el presidente municipal, Enrique Galindo, entregó los trabajos de rehabilitación de avenida Himalaya. La obra incluye un drenaje pluvial y dará servicio estratégico a los usuarios. Este felino le sugiere que ponga parquímetros, porque los lugares de estacionamiento lo usan los profes de un colegio que está en la zona, además de trabajadores de otros negocios y a los simples mortales, como este hermoso filósofo, ni chance le dan de encontrar un lugarcito.
Segunda: Cuentan los morenistas que la presidenta del Comité Ejecutivo Nacional, Luisa María Alcalde, viene a tierras del potosí a derrocar al delegado del Bienestar, Guillermo Morales. La razón, quiere instalar en ese cargo una gente que ha sugerido Andy López, peeeeero la señora presidenta de Morena se enfrentará al pataleo de la dirigente estatal del partido guinda, Rita Ozalia Rodríguez. Dirían en los tejados del pueblo: Doña Rita, nada más ve burro, y se le antoja viaje.
Tercera: Los que saben, aseguran que, en la Bene San Luis, está a punto de estallar un escándalo de corrupción en el que estarían implicados el director general y la directora administrativa. Socios ya solicitaron una investigación de los manejos financieros de la institución y lo que van a descubrir está más feo que el Marilyn Manson ¡Miau!