
El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones que percibe como amenazas o desafíos, pero cuando se vuelve crónico, sus efectos pueden extenderse a diversas áreas de la vida, incluyendo la esfera sexual. Aunque pocas veces se habla de ello abiertamente, una de las consecuencias más comunes del estrés sostenido es la disminución del deseo sexual, tanto en hombres como en mujeres.
Cuando el cuerpo se encuentra en un estado constante de alerta, produce altos niveles de cortisol y adrenalina, hormonas que interfieren con otras funciones esenciales, entre ellas las relacionadas con la libido. Esta alteración hormonal puede provocar fatiga, irritabilidad, insomnio y falta de concentración, factores que también impactan directamente en el interés por el contacto íntimo.
En las mujeres, el estrés puede generar desajustes en el ciclo menstrual, dificultad para excitarse o incluso dolor durante las relaciones sexuales. En los hombres, puede provocar disfunción eréctil, eyaculación precoz o simplemente una pérdida de motivación sexual. A nivel emocional, también puede causar distanciamiento en la pareja, sensación de culpa o frustración, y conflictos de comunicación.
Los expertos señalan que, lejos de ser un problema aislado, la afectación del deseo sexual por causas emocionales es más común de lo que se cree, y puede convertirse en un círculo vicioso si no se atiende a tiempo. La tensión mental reduce la libido, lo que a su vez genera más ansiedad o preocupación, deteriorando aún más la vida íntima.
Para contrarrestar estos efectos, es fundamental identificar las fuentes de estrés y adoptar estrategias para gestionarlo. Dormir bien, hacer ejercicio regular, tener momentos de ocio y fortalecer la comunicación en la pareja son medidas clave. En algunos casos, acudir a terapia psicológica o sexológica puede ayudar a recuperar el equilibrio y reactivar el deseo sexual de forma saludable.
Hablar abiertamente del impacto del estrés en la sexualidad es el primer paso para enfrentarlo sin tabúes, con una visión integral del bienestar que incluya tanto el cuerpo como las emociones.