
El presidente Donald Trump inauguró este martes un nuevo centro de detención para migrantes en los Everglades, Florida, apodado informalmente “Alcatraz de los caimanes”, por su ubicación aislada y rodeada de vida silvestre peligrosa. La medida forma parte de su campaña para endurecer las políticas migratorias y reforzar su imagen frente a la televisión, pese al creciente rechazo social y económico.
Acompañado por la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, Trump presentó la instalación como una cárcel de máxima seguridad para inmigrantes “peligrosos”, aunque cifras oficiales indican que dos tercios de los detenidos no tienen antecedentes penales.
Las redadas migratorias han generado un impacto negativo en sectores clave de la economía, especialmente en la agricultura. Granjeros en California, Texas y Florida reportan escasez de mano de obra, pérdida de cosechas y abandono de cultivos. Comercios en ciudades como Cincinnati, Los Ángeles y Nueva York han visto reducirse su clientela por el temor a operativos del ICE.
Organizaciones religiosas, incluidos obispos católicos respaldados por el Papa, han expresado su repudio a lo que consideran una política de deportación indiscriminada. En paralelo, algunas localidades han cancelado festejos del 4 de julio por miedo a redadas.
Aunque el Congreso planea duplicar el presupuesto del ICE, expertos estiman que Trump no logrará su meta de deportar a un millón de personas este año. Mientras tanto, se reportan abusos, violaciones al debido proceso y muertes bajo custodia, como la de un migrante cubano de 75 años.
El clima de temor se ha extendido entre las comunidades migrantes, lo cual, según funcionarios como Tom Homan, es precisamente el efecto buscado.
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