
La investigación actual revela que tanto escuchar como crear música desencadena una auténtica “coctelera” neuroquímica en el cerebro, con beneficios que van desde la regulación emocional hasta la neuroplasticidad.
Química cerebral: Diversos estudios muestran que la música libera dopamina (el neurotransmisor del placer), reduce cortisol (la hormona del estrés), y también aumenta serotonina y oxitocina, clave para la vinculación social
Funciones cognitivas mejoradas: El entrenamiento musical fortalece la memoria de trabajo, la capacidad de atención y el control ejecutivo. En niños, incluso 300 minutos de práctica musical pueden mejorar el autocontrol ; en adultos mayores, tocar un instrumento potencia la flexibilidad cognitiva y el volumen de la materia gris .
Salud emocional y terapéutica: Escuchar música puede aliviar la ansiedad y el dolor, activando redes de bienestar durante horas . En terapias para personas con Alzheimer o tras un accidente cerebrovascular, la música ayuda a recuperar la memoria, reducir medicamentos y mejorar la movilidad y el habla
Conexión social y afectiva: Cantar en grupo o tocar en conjunto sincroniza cerebros y emociones, disminuyendo cortisol y reforzando los lazos sociales gracias a la oxitocina.
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