
Julio es el mes de la concientización sobre la salud mental, y este año llega en un contexto global particularmente difícil. Conflictos armados, tensiones geopolíticas, desplazamientos masivos, crisis climáticas y económicas forman parte del panorama diario. En medio de este escenario, hablar de salud mental puede parecer secundario, casi un privilegio. Pero es, en realidad, más urgente que nunca.
El bombardeo constante de noticias negativas, el miedo al futuro, la sensación de impotencia frente a las injusticias y la violencia, van generando un desgaste emocional silencioso. Muchas personas viven con ansiedad, insomnio, tristeza persistente o fatiga mental sin saber que todo esto tiene un nombre: agotamiento emocional. Y no es menor. Es un síntoma claro de que estamos sobrecargados y necesitamos herramientas para sostenernos, para acompañarnos, para resistir sin quebrarnos.
En tiempos de crisis, el foco suele estar puesto en lo urgente: salvar vidas, contener daños, reconstruir lo perdido. Pero si algo hemos aprendido en los últimos años (desde la pandemia hasta los conflictos más recientes) es que sin salud mental no hay verdadera recuperación. Las heridas invisibles, como el trauma, la angustia o la desesperanza, también deben ser atendidas.
Cuidar la salud mental no es un acto egoísta ni aislado. Es, de hecho, un acto de resistencia y de responsabilidad colectiva. Implica reconocer que estamos atravesando momentos difíciles, y que necesitamos apoyo: redes de contención, políticas públicas, espacios seguros para expresarnos. Hablar sin miedo de nuestras emociones, validar el sufrimiento propio y ajeno, pedir ayuda, y también ofrecerla, son formas concretas de cuidar lo común.
Además, prestar atención a nuestro estado emocional nos permite responder mejor a los desafíos del mundo. Una mente agotada difícilmente podrá actuar con empatía, creatividad o claridad. En cambio, cuando priorizamos el bienestar psicológico, también fortalecemos nuestra capacidad de actuar con humanidad, de ser parte del cambio que el mundo necesita.
Este julio, más que nunca, recordemos que la salud mental es parte integral de la salud. No es un lujo, ni una moda, ni algo que solo atañe a quienes “no pueden más”. Es una necesidad real, cotidiana y urgente.
Porque en medio del caos global, cuidar de nosotros mismos también es una forma de cuidar el mundo.
Estefanía López Paulín
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