Una nueva variante del COVID-19 ha sido confirmada por organismos de salud internacionales. Se trata de NB.1.8.1, una subvariante del linaje Ómicron que comienza a expandirse rápidamente y ha encendido las alertas por su potencial de evasión inmunológica y alta transmisibilidad.
Identificada en viajeros provenientes de China y detectada ya en estados como California y Nueva York, esta mutación ha desatado preocupación por el posible subregistro de casos, así como por la falta de información clara desde su país de origen. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya la ha clasificado como una «variante bajo vigilancia».
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), NB.1.8.1 presenta síntomas similares a variantes previas, como dolor de garganta, fatiga extrema, tos seca y congestión nasal, pero se ha observado una mayor duración y aparición de síntomas gastrointestinales y fiebre intermitente.
Especialistas advierten que, aunque la mayoría de los casos reportados han sido leves, las personas con sistemas inmunocomprometidos y adultos mayores podrían estar en mayor riesgo, especialmente debido a la baja tasa actual de refuerzos vacunales.
Frente a esta situación, las autoridades sanitarias recomiendan retomar medidas preventivas básicas: uso de mascarillas en espacios cerrados, lavado frecuente de manos, ventilación adecuada y aislamiento en caso de síntomas. Pfizer y Moderna ya evalúan ajustar sus vacunas para incluir esta subvariante en sus refuerzos.
NB.1.8.1 surge en un contexto global de fatiga pandémica y reducción de vigilancia sanitaria, lo que podría facilitar su propagación. Los expertos coinciden en que esta nueva mutación es un recordatorio contundente: el virus no ha desaparecido, y la prevención sigue siendo clave.
Seguiremos informando.
