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El calor también quema la paciencia

El impacto del clima extremo en el estado anímico

Conforme el termómetro escala hacia temperaturas extremas, como las que se han registrado recientemente en San Luis Potosí, no solo el cuerpo sufre; también lo hace la mente. Las olas de calor no solo representan un riesgo físico evidente, sino que ejercen una influencia profunda (aunque a menudo ignorada) en nuestro estado anímico y nuestras interacciones sociales. Desde la psicología, existen múltiples explicaciones que sustentan por qué nos sentimos más irritables, ansiosos y emocionalmente desequilibrados durante estos periodos de altas temperaturas.

En primer lugar, el calor provoca una activación fisiológica generalizada en el cuerpo. La exposición prolongada a temperaturas elevadas incrementa los niveles de cortisol, la hormona del estrés, generando sensaciones de tensión e incomodidad. Esto se traduce en menor tolerancia a la frustración, respuestas emocionales más impulsivas e incluso, en algunos casos, episodios de agresividad. No es casualidad que durante los días más calurosos se reporten más conflictos interpersonales y conductas antisociales.

Otro factor clave es la alteración del sueño. Dormir bien es fundamental para la estabilidad emocional, y el calor interfiere significativamente en la calidad del descanso. Cuando no se logra un sueño reparador, se produce una acumulación de fatiga que disminuye la capacidad de autorregulación emocional. Las personas se muestran más irascibles, menos empáticas y menos capaces de enfrentar el estrés cotidiano.

Además, la deshidratación provocada por el calor tiene efectos neurológicos. Incluso una leve pérdida de líquidos corporales puede afectar el funcionamiento cognitivo y emocional, generando síntomas como dificultad para concentrarse, cambios de humor, confusión e irritabilidad.

Por si fuera poco, el calor altera el equilibrio de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, fundamentales en la regulación del estado de ánimo. Esto puede llevar a una mayor vulnerabilidad emocional, con sentimientos de tristeza o ansiedad aparentemente injustificados, pero fisiológicamente explicables.

Sin embargo, al igual que sube, el termómetro también baja. Cuando la temperatura desciende, muchos de estos procesos se estabilizan: mejora la calidad del sueño, disminuyen los niveles de cortisol, y el cerebro retoma un equilibrio más saludable en la producción de neurotransmisores. El resultado es un estado emocional más sereno, con mayor tolerancia, concentración y empatía.

El calor extremo no es solo un fenómeno meteorológico, sino un detonante de malestar emocional que requiere atención. Adaptar nuestro entorno y nuestras rutinas para reducir su impacto no solo cuida el cuerpo, también protege nuestra salud mental.

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefanialopez@outlook.com
Número: 4881154435

 

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