
Salvador Novo fue poeta, dramaturgo, ensayista, crítico, cronista, traductor, director teatral, publicista y funcionario cultural; autor de una vasta obra literaria. Entre sus títulos más importantes se encuentran Nueva grandeza mexicana, Nuevo amor, La estatua de sal, En defensa de lo usado, Return Ticket y Diálogos.
La Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) recuerdan el natalicio de una de las personalidades más influyentes y carismáticas de la escena artística y cultural del México del siglo XX: Salvador Novo, benefactor de la institución teatral nacional, quien nació el 30 de julio de 1904 en la Ciudad de México.
Para el escritor Sergio Téllez-Pon, el autor de Veinte poemas (1925) era una poeta mordaz que creaba sonetos críticos “donde agarraba parejo” a amigos y enemigos, lo que lo hizo una pluma controvertida: “No había personaje de la cultura o de la literatura que quedara incólume de la lengua o de la maestría que tenía Novo con el lenguaje”, señala en entrevista telefónica.
El investigador y crítico literario dividió en dos el trabajo lírico del autor de Sátira (1955): una poesía intimista que era pública, y una poesía satírica que compartía con sus amigos: “Las escribía simultáneamente, pero una es la que publicaba como El romance de Angelillo y Adela, que es un poema dedicado a Federico García Lorca; pero la poesía satírica la seguía escribiendo como los sonetos en contra de Diego Rivera, y los siguió escribiendo toda su vida hasta los años sesenta y setenta”, explica.
Respecto de su faceta como cronista, el autor de La síntesis rara de un siglo loco (2017) afirma que Salvador Novo supo combinar dos elementos que a la postre se volvieron tendencia en la crónica urbana, a pesar de que en la Ciudad de México ya existían plumas como las de Luis González Obregón y Artemio de Valle Arizpe.
“(Obregón y Arizpe) se limitaban a hacer una crónica histórica de los hechos, de lo que había pasado en la ciudad, y Novo le dio un pequeño giro haciendo crónica urbana, es decir, qué pasaba en las calles en la actualidad: si había un puesto de tamales, a qué hora se ponía, a qué hora se quitaba, cómo era la vida, cómo empezaba. Novo combinaba los hechos históricos con la forma y el estilo de vida. Eso es un aporte fundamental que usan muchos de los cronistas actuales”, explicó.
Téllez-Pon consideró a Novo un “adelantado a su época” por crónicas de viaje inscritas en obras como Jalisco-Michoacán (1933) y Continente vacío (1935), además de sus aportaciones a la gastronomía, la publicidad y la historia de la Ciudad de México, las cuales contribuyeron a su descripción sobre el tipo de vida de entonces.