
Mientras, en Estados Unidos, muchos migrantes potosinos trabajan jornadas extenuantes y hacen hasta lo imposible para sostener a sus familias, al volver a su tierra son recibidos con una emboscada. No de abrazos, no de bienvenida, sino de violencia. La Carretera 57, que alguna vez fue símbolo de conexión y esperanza, hoy es sinónimo de riesgo, impunidad y abandono.
Los testimonios son cada vez más numerosos y coinciden en el mismo patrón: tres vehículos en formación de jauría interceptan a los viajeros, los rodean, los encañonan y, con una frialdad escalofriante, los despojan de todo lo que llevan encima. No se trata de hechos aislados, sino de una operación sistemática, casi militar. Lo más indignante es que las víctimas son nuestros paisanos, aquellos que llegan con la ilusión de reencontrarse con sus raíces y que, en lugar de eso, encuentran la peor cara de su país.
La hipótesis más sólida es también la más inquietante; ante la disminución del tráfico de migrantes, que durante años fue fuente de ingreso para redes criminales, los delincuentes han redirigido su operación hacia el robo armado en carretera. Como si se tratara de un modelo de negocios, donde el crimen organizado ajusta su estrategia de mercado sin que nadie lo detenga.
¿Y dónde están las autoridades? ¿Dónde está la Guardia Nacional que debería custodiar esa arteria vital del país? Lo que hay, en el mejor de los casos, es omisión. En el peor, colusión. No puede haber otra explicación ante el nivel de impunidad que prevalece, pues nadie se explica cómo es posible que haya grupos operando con semejante libertad en una carretera federal sin que haya consecuencias, sin que haya detenciones, sin que se active un solo operativo.
San Luis Potosí no puede permitir que su principal vía de acceso se convierta en una trampa mortal. No se puede tolerar que quienes más aportan económica y emocionalmente a nuestras comunidades, paguen con miedo el simple hecho de querer volver a casa. Hace falta algo más que comunicados tibios y promesas vacías. Se requiere voluntad política, inteligencia operativa y, sobre todo, un compromiso real con la seguridad de quienes transitan nuestras carreteras.
Cavilaciones:
Primera.- Antenas gatunas cuentan que, en la última reunión del gabinete gallardista, el gobernador Ricardo Gallardo Cardona habló fuerte y claro a sus colaboradores. Para los que le entendieron, más les vale no cometer errores, y para los que no, que vayan buscando una pista de aterrizaje. El gallardismo ya no está para experimentos, si es que quieren conservar el poder en 2027.
Segunda.- Cuentan que el diputado del Partido Acción Nacional (PAN), Marcelino Rivera, solicitará licencia al cargo en unas dos o tres semanas. Todo indica que deberá atender pendientes de la cuenta pública de su ejercicio como presidente municipal de San Martín Chalchicuautla, pueblo que gobernó de 2012 a 2015. El caso, según los que saben, dará mucho de qué hablar.
Tercera.- Los mandamaces del Partido Acción Nacional que estuvieron el pasado jueves 17 de julio en San Luis Potosí sostuvieron diversas reuniones privadas; la más sonada fue la cena con el alcalde capitalino, Enrique Galindo Ceballos, pero el desayuno con los azuaristas fue el que mejores dividendos dejó. Sin embargo, hay un personaje al que Jorge Romero y Santiago Taboada pasaron a saludar: se trata del diputado Héctor Serrano, que últimamente parece pila de agua bendita. ¡Grrrr!