Cada 19 de diciembre se celebra a nivel global el Día Internacional del Emo, mismo que rinde homenaje a una de las subculturas más influyentes del siglo XX y principios del XXI y, aunque no cuenta con el reconocimiento oficial de organismos como la ONU y UNESCO, es una fecha que ya se consolidó en el calendario cultural.
La jornada no solo celebra una estética, sino que reconoce el impacto de un movimiento que permitió a toda una generación conectar a través de la introspección y la sensibilidad. El origen de este movimiento se remonta a la década de los 80’s en Estados Unidos con el surgimiento del llamado emocore, derivado del hardcore punk de bandas como Rites of Spring y Embrace. Con el paso de los años, el género evolucionó e influyó en el indie y el rock alternativo.

El punto máximo de exposición global fue en la década de los 2000 con agrupaciones icónicas como My Chemical Romance y Fall Out Boy llevaron el mensaje de letras confesionales y emocionalmente intensas a un público masivo, transformando el sonido en un fenómeno cultural sin precedentes.
Más allá de la música, el «ser emo» se consolidó como una identidad visual y social distintiva, caracterizada por el uso de ropa oscura, delineador negro y flequillos pronunciados. A pesar de haber enfrentado estigmas y malentendidos a lo largo de los años, esta subcultura ha desempeñado un papel fundamental en la visibilización de la expresión emocional y la salud mental en la juventud.